1.22.2021

Flexibilidad y alivio del estrés

 


Flexibilidad y alivio del estrés

Estrés, quizás uno de los tantos fenómenos de los cuales casi todos hablan y muy probablemente, pocos comprenden, De hecho, esto último no es tan sencillo, tratándose como tal, de un proceso altamente complejo, cualquiera sea la perspectiva desde la cual se pretenda abordarlo. Varias pueden ser las puertas de acceso a la comprensión del problema, una de ellas que por lo menos para nosotros es evidente, es ni más ni menos, que el mundo contemporáneo como tal.

La sociedad occidental (puesto que es la única que conocemos, sin descartar que el Oriente no occidentalizado también tiene sus particulares mecanismos de subyugación) parece estar marcada, hoy por hoy, por la violencia en todas sus manifestaciones posibles: división de los seres humanos en ganadores y perdedores, injusticia social, inequidad distributiva de los bienes materiales, competitividad, constricción al consumo irracional, ensamblaje engañoso de paradigmas de realización personal basados en el éxito, la figuración, el dinero y el poder; navegantes, millones y millones, enredados en el laberinto de una red de la cual no parece haber salida, shopping center, espantosos contrastes entre niños muertos por desnutrición y famosos “artistas” ventilando en público minuciosos detalles de su, por cierto, extremadamente trivial y aburrida vida, hipócritas comunicadores por doquier expresan su optimismo, cuando en realidad, es este insolente e irrespetuoso, cuando otro, aunque sea un solo ser humano sufre.

Educación para pocos y semieducacion para muchos o lo que es lo mismo, manipulación masiva de conciencias y prestidigitación milimétrica de lo que debe ver, opinar y pensar. De vez en cuando también un poco de moralina, una suerte de “antibiótico en grajeas del burgués taciturno” (Leopoldo Marechal) tiende a frenar este “pequeño hombre pequeño” en su impulso irreflexivo.

La lista parece ser interminable, no obstante, y he aquí otra apertura al análisis, las situaciones son problemáticas en tanto y en cuanto se las evalué como tales. Nuestra parcial y brevísima descripción de algunos de los aspectos más sobresalientes de la contemporaneidad puede, para otros, no significar nada en absoluto. Es la interpretación de los hechos la que, en definitiva, los transforma en agresivos o inocuos, relevantes o intrascendentes, urgentes o postergables. Por supuesto, el mecanismo individual y colectivo de valoración de la situación sociopolítica también es “configurable” desde afuera. Con lo familiar y lo personal puede suceder lo mismo, comprender  entonces la etiología del estrés supone un requisito insoslayable: entender lo que son las agresiones en tanto y en cuanto son evaluadas así por el sujeto. Es esta, para nosotros, la vía principal de acceso al problema del estrés.

Por agresiones entendemos todos los acontecimientos, tantos externos como internos, que valorados por sujeto como peligroso y amenazante para la integridad y equilibrio del organismo, activan mecanismos reflejos instintivos de alarma y defensa. Desde ellos podemos entender el fenómeno del estrés tal como Stanley Keeleman (1997) lo propone. Ahora bien, lo propio de la alarma es que son inmediatas, se activan y generan respuestas en tanto y en cuanto el estímulo agresivo y amenazante este presente. Cuando el peligro ha pasado, volvemos a la situación normal en poco tiempo, tanto fisiológica, como psicológicamente.

No obstante ciertas reacciones pueden persistir e inclusive incrementarse, hasta el punto de transformarse en parte permanente de nuestra estructura. Dicho en otras palabras, terminan por configurarnos como lo que somos, o por lo menos, en lo que para los demás necesitamos mostrar que somos: una sólida y espesa armadura como continuación e intensificación de reacciones defensivas articuladas a lo largo de gran parte de nuestra vida. Esta suerte de perpetuación de las reacciones propias del reflejo de alarma (Keeleman,1997) que pasan a convertirse en un estado casi habitual , es lo que conocemos como estrés: una intensa prolongación constitutiva de un vallado defensivo, compuesto por múltiples reacciones psicológicas y orgánicas que terminan de edificarnos de una manera personal e inconfundible, articulando negativamente hasta los aspecto más sutiles de nuestra vida mental, particularmente los procesos emocionales. Esta perturbación de la estructura y función del individuo depende, de la valoración que se realice del significado amenazante de los eventos cotidianos y esto precisamente es la diferencia principal entre el estrés psíquico y físico. Lo común en ambos es el daño y la destrucción tisular específicos, la irreparable pérdida de inmensas poblaciones celulares cuyo corolario es la alteración de nuestro equilibrio y su adverso impacto en el ámbito de las diversas interacciones de habitualmente sostenemos con el medio.

Una cierta dosis de estrés no puede faltar para aprender y desarrollarse, lo reconocemos cono condición necesaria, pero no suficiente, para concretar aquellos cambios que llevan a superarnos en diversos aspectos de nuestra vida. Este buen estrés o “eutrés” se distingue de aquel estrés negativo o “distrés”, resorte progresivo de un buen número de patologías. En este último, la magnitud de la amenaza impuesta, a la organización psicobiológica del sujeto excede sus posibilidades de adaptación. La evaluación cognitiva personal del significado agresivo del evento determina las diferencias individuales en la respuesta, de ahí la importancia de dotar al sujeto de estrategias alternativas para afrontarlo y prepararlo para su aplicación, incluso en los momentos más desbordantes. Entre ellas, algunas actividades físicas, como las técnicas de respiración, relajación y los estiramientos pueden contribuir positivamente a contrarrestar los síntomas propios del “distrés”.

Ahora bien para comprender como y de qué manera los estiramientos, la respiración y la relajación neuromuscular pueden convertirse en efectivas estrategias para afrontar el problema, resulta inevitable el repaso, mínimo y superficial, de algunos aspectos elementales de la fisiología propia del estrés, particularmente el distrés patológico. Para ello es necesario abordar las conductas emocionales, específicamente la neuroanatomía específica que da cuenta de las estructuras cerebrales directamente implicadas y sus proyecciones, constituyendo la base sistémica de tales procesos.

El estudio del vínculo funcional existente entre diferentes estructuras, como el núcleo amigdalino, el locus coeruleus, el hipocampo, el tálamo, la hipófisis, la sustancia gris periacueductal, la formación bulbopontorreticular, etc., nos permite comprender no solamente lo procesos fisiológicos elementales que subyacen en las conductas emocionales más comunes como la ira, la ansiedad y el miedo, sino también, y he aquí lo importante, como esta interacción neuronal puede dar cuenta de la valoración del significado emocional delos estímulos, tanto internos como externos, el como la experiencia previa gravita sobre la evaluación cognitiva del evento y finalmente, los rasgos específicos de las respuestas adaptativas, desde sus manifestaciones neuroendocrinas, autónomas e inmunes, hasta las motoras-esqueléticas, que configuran los sutiles detalles del ajuste tónico-postural con el que nos paramos y enfrentamos al mundo en sus múltiples vicisitudes.

Nadie tarda en percatarse que la tarea es harto complicada: existen miles de millones de neuronas,  cada una con sus correspondientes elementos constitutivos y sus respectivas ramificaciones, siendo así el número de contactos sinápticos casi imposible de calcular. En medio de tan inconmensurable multiplicidad y agravado por el hecho que se trata de lo múltiple en lo pequeño, el descubrimiento delos canales selectivos de flujos de información en el cerebro que configuran la citoarquitectura neuronal específica de cada especie, compuesta por circuitos plásticos que a la vez denotan los rasgos particulares de la experiencia individual, parece a primera vista una empresa utópica. No obstante con unas cuantas funciones mentales de ha logrado tan difícil detección, lo cual remarca el mérito la investigación neuroanotomofisiológica de los últimos años. Algunas conductas emocionales se inscriben en este grupo, particularmente el miedo.

El itinerario del procesamiento dela información propio del miedo supone partir dela estimulación sensorial, cualquiera que sea su modalidad, para arribar al tálamo (excepto la información olfativa), desde allí la información no sigue una sola vía, sino varias, siendo dos particularmente interesantes. Dos canales cobran particular importancia, el que va del tálamo a la corteza cerebral, cualesquiera sean las áreas senso-perceptuales para su procesamiento y de estas a la corteza orbitofrontal, sede  de la evaluación cognitiva del significado del evento y que desde el tálamo proyecta hacia el núcleo amigdalino, base del tratamiento emocional del dato relativo al miedo. Es precisamente esta vía las que nos permite comprender por qué ciertos acontecimientos generan conductas emocionales, con fuertes actuaciones del sistema nervioso autónomo, antes de que en el neocortex pueda concluirse el itinerario perceptivo y lograr así la percatación e identificación del objeto. Traducido: generamos respuestas emocionales, como la del miedo, antes y sin necesidad aún de una percatación consiente del objeto que estimuló inicialmente los sentidos o la producción de una representación (imagen) que, de hecho, tiene el mismo poder que la percepción para provocar las respuestas emocionales.

Una pequeña dosis de cortisol ayuda al cerebro a hacer frente a situaciones de estrés. No obstante ante el distrés crónico, el exceso de calcio a nivel neuronal provoca la muerte celular (exitoexitosis). Atrofia neuronal primera, sobre todo dendrítica y muerte después: el cortisol en abundancia causa estragos. El distrés provoca el envejecimiento prematuro del cerebro inevitable e irreversiblemente. Incluso una de las estructuras particularmente dañables por el exceso de cortisol es el hipocampo, base funcional de la memoria explicita contextual.

Lo que en definitiva, lo queremos expresar con este quizás aburrido pero necesario introito es que los estados mentales, son también físicos. Son el producto de la actividad de sistemas neuronales organizados, altamente complejos y que la interacción entre estos y otros grupos celulares es tan estrecha que no vacilamos en afirmar que, precisamente generan estados somáticos y que estos últimos  determinan inexorablemente, los primeros. Incluso consideramos los estados somáticos, particularmente los musculares y viscerales, como los principales componentes del yo neural y de sus correspondientes propiedades mentales.

Como se ve la distinción físico-mental se presenta aquí con carácter totalmente didáctico.

La primera no reviste mayor grado de complejidad, alude a la relación entre estiramiento muscular y relajación, también muscular, Sin embargo estas no son estas las variables que hay que controlar para que finalmente, este cometido se alcance. La “facilitación de la inhibición” neuromuscular a través de los estiramientos supone permitir que estos provoquen la estimulación de todo un conjunto de receptores propioceptivos localizados en diferentes tejidos, cuyo resultado es el desencadenamiento  de reflejos que contrarresten reduciendo, atenuando e incluso suprimiendo la actividad alfa, gamma y beta. No cualquier extensión muscular provoca estos efectos. Esta deberá ser lenta, suave de baja intensidad y de una duración ideal comprendida entre 8 y 12 segundos aproximadamente hasta que la resistencia muscular queda disminuida al máximo, para después pasar a tiempos superiores. Por el contrario, los ejercicios dinámicos explosivos, las insistencias bruscas o rebotes violentos, lejíos de producir relajación muscular, incrementan la neuroexitabilidad. También los estiramientos estáticos de alta intensidad que, rompiendo no solamente las fibras del tejido conectivo, sino las musculares propiamente dichas, estimulan predominantemente los receptores nociceptivos desencadenando reflejos de protección  y generando finalmente un notable incremento del tono muscular. Tal como puede apreciarse, los estiramientos que pretenden favorecer la relajación neuromuscular deberán respetar condiciones mínimas y necesarias, tales como, localización, tiempo de estimulación, intensidad, velocidad, posiciones de partida, respiración, etc.

Por otro lado y completando la activación de reflejos inhibitorios, la extensión muscular favorece localmente la relajación al desconectar filamentos de actina y miosina todavía unidos, deshaciendo puentes cruzados aun activos. Posiblemente induzca también, por incremento de la presión de los fluidos intrasarcoplasmáticos, el transporte del calcio desde su sito de acoplamiento con la troponina hasta las cisternas y vesículas terminales del retículo sarcoplasmático facilitando la descontracción muscular.  

Como vemos, a escala muscular entendemos la relajación como un estado de tensión mínima y descontracción elemental. En el orden mental, la situación no difiere gran cosa. La concebimos como la posibilidad de atenuar la opresión generada por la persistencia repetitiva  de las mismas representaciones, que en el caso de ser negativas conllevan desesperación y desasosiego. Precisamente el “distender” la mente es procurar que ya no “tienda” a lo mismo. Supone, ni más ni menos, el desvío de la atención hacia otros objetos y niveles de procesamiento. El cómo los estados mentales generan estados somáticos, particularmente el incremento del tono muscular, es un tema tratado más adelante. No obstante y he aquí nuestra segunda inquietud, dilucidar como los estados somáticos, puntualmente el tono muscular reducido por el estiramiento, generan ciertos estados mentales, particularmente la relajación psíquica, constituye un problema de no fácil solución. Se trata de un hecho: los estiramientos no solo producen relajación muscular, sino también mental. Así como ciertos pensamientos tienen el poder de contrarrestar la hiperactividad simpática, estimulando el funcionamiento del sistema parasimpático, reestableciendo los niveles elevados de excitación central, los estiramientos y los ejercicios respiratorios también lo poseen. Muy posiblemente, as mismas aferencias que desde el tálamo sensorial se proyectan hacia la formación bulbopontorreticular, activando la región inhibitoria y contribuyendo así a la reducción del tono muscular, sean las que favorezcan también la disminución del tono cortical. Probablemente los mismos circuitos descriptos en el apartado anterior (flexibilidad y estés) expliquen el efecto mental de los estiramientos. Sea como fuere, la disolución de la coraza muscular produce lo propio con la armadura mental y por consiguiente, el poder acceder a nuestra propia realidad interior, cualquiera que fuese el propósito, no debería omitir la adecuada predisponibildad muscular y respiratoria.

 

Fuente: Amplitud de Movimiento- Mario Di Santo-Paidotribo