Las primeras historias británicas en Okinawa
1.31.2021
Las primeras historias británicas en Okinawa
Las primeras historias británicas en Okinawa
1.22.2021
Flexibilidad y alivio del estrés
Flexibilidad y alivio del estrés
Estrés,
quizás uno de los tantos fenómenos de los cuales casi todos hablan y muy
probablemente, pocos comprenden, De hecho, esto último no es tan sencillo,
tratándose como tal, de un proceso altamente complejo, cualquiera sea la
perspectiva desde la cual se pretenda abordarlo. Varias pueden ser las puertas
de acceso a la comprensión del problema, una de ellas que por lo menos para
nosotros es evidente, es ni más ni menos, que el mundo contemporáneo como tal.
La
sociedad occidental (puesto que es la única que conocemos, sin descartar que el
Oriente no occidentalizado también tiene sus particulares mecanismos de
subyugación) parece estar marcada, hoy por hoy, por la violencia en todas sus
manifestaciones posibles: división de los seres humanos en ganadores y
perdedores, injusticia social, inequidad distributiva de los bienes materiales,
competitividad, constricción al consumo irracional, ensamblaje engañoso de
paradigmas de realización personal basados en el éxito, la figuración, el
dinero y el poder; navegantes, millones y millones, enredados en el laberinto
de una red de la cual no parece haber salida, shopping center, espantosos
contrastes entre niños muertos por desnutrición y famosos “artistas” ventilando
en público minuciosos detalles de su, por cierto, extremadamente trivial y
aburrida vida, hipócritas comunicadores por doquier expresan su optimismo,
cuando en realidad, es este insolente e irrespetuoso, cuando otro, aunque sea
un solo ser humano sufre.
Educación
para pocos y semieducacion para muchos o lo que es lo mismo, manipulación
masiva de conciencias y prestidigitación milimétrica de lo que debe ver, opinar
y pensar. De vez en cuando también un poco de moralina, una suerte de
“antibiótico en grajeas del burgués taciturno” (Leopoldo Marechal) tiende a
frenar este “pequeño hombre pequeño” en su impulso irreflexivo.
La
lista parece ser interminable, no obstante, y he aquí otra apertura al
análisis, las situaciones son problemáticas en tanto y en cuanto se las evalué
como tales. Nuestra parcial y brevísima descripción de algunos de los aspectos
más sobresalientes de la contemporaneidad puede, para otros, no significar nada
en absoluto. Es la interpretación de los hechos la que, en definitiva, los transforma
en agresivos o inocuos, relevantes o intrascendentes, urgentes o postergables.
Por supuesto, el mecanismo individual y colectivo de valoración de la situación
sociopolítica también es “configurable” desde afuera. Con lo familiar y lo
personal puede suceder lo mismo, comprender
entonces la etiología del estrés supone un requisito insoslayable:
entender lo que son las agresiones en tanto y en cuanto son evaluadas así por
el sujeto. Es esta, para nosotros, la vía principal de acceso al problema del
estrés.
Por
agresiones entendemos todos los acontecimientos, tantos externos como internos,
que valorados por sujeto como peligroso y amenazante para la integridad y
equilibrio del organismo, activan mecanismos reflejos instintivos de alarma y
defensa. Desde ellos podemos entender el fenómeno del estrés tal como Stanley
Keeleman (1997) lo propone. Ahora bien, lo propio de la alarma es que son
inmediatas, se activan y generan respuestas en tanto y en cuanto el estímulo
agresivo y amenazante este presente. Cuando el peligro ha pasado, volvemos a la
situación normal en poco tiempo, tanto fisiológica, como psicológicamente.
No
obstante ciertas reacciones pueden persistir e inclusive incrementarse, hasta
el punto de transformarse en parte permanente de nuestra estructura. Dicho en
otras palabras, terminan por configurarnos como lo que somos, o por lo menos,
en lo que para los demás necesitamos mostrar que somos: una sólida y espesa
armadura como continuación e intensificación de reacciones defensivas
articuladas a lo largo de gran parte de nuestra vida. Esta suerte de
perpetuación de las reacciones propias del reflejo de alarma (Keeleman,1997)
que pasan a convertirse en un estado casi habitual , es lo que conocemos como
estrés: una intensa prolongación constitutiva de un vallado defensivo, compuesto
por múltiples reacciones psicológicas y orgánicas que terminan de edificarnos
de una manera personal e inconfundible, articulando negativamente hasta los
aspecto más sutiles de nuestra vida mental, particularmente los procesos
emocionales. Esta perturbación de la estructura y función del individuo
depende, de la valoración que se realice del significado amenazante de los
eventos cotidianos y esto precisamente es la diferencia principal entre el
estrés psíquico y físico. Lo común en ambos es el daño y la destrucción tisular
específicos, la irreparable pérdida de inmensas poblaciones celulares cuyo
corolario es la alteración de nuestro equilibrio y su adverso impacto en el ámbito
de las diversas interacciones de habitualmente sostenemos con el medio.
Una
cierta dosis de estrés no puede faltar para aprender y desarrollarse, lo
reconocemos cono condición necesaria, pero no suficiente, para concretar
aquellos cambios que llevan a superarnos en diversos aspectos de nuestra vida.
Este buen estrés o “eutrés” se distingue de aquel estrés negativo o “distrés”,
resorte progresivo de un buen número de patologías. En este último, la magnitud
de la amenaza impuesta, a la organización psicobiológica del sujeto excede sus
posibilidades de adaptación. La evaluación cognitiva personal del significado
agresivo del evento determina las diferencias individuales en la respuesta, de
ahí la importancia de dotar al sujeto de estrategias alternativas para
afrontarlo y prepararlo para su aplicación, incluso en los momentos más
desbordantes. Entre ellas, algunas actividades físicas, como las técnicas de
respiración, relajación y los estiramientos pueden contribuir positivamente a
contrarrestar los síntomas propios del “distrés”.
Ahora
bien para comprender como y de qué manera los estiramientos, la respiración y
la relajación neuromuscular pueden convertirse en efectivas estrategias para
afrontar el problema, resulta inevitable el repaso, mínimo y superficial, de
algunos aspectos elementales de la fisiología propia del estrés,
particularmente el distrés patológico. Para ello es necesario abordar las
conductas emocionales, específicamente la neuroanatomía específica que da
cuenta de las estructuras cerebrales directamente implicadas y sus
proyecciones, constituyendo la base sistémica de tales procesos.
El
estudio del vínculo funcional existente entre diferentes estructuras, como el
núcleo amigdalino, el locus coeruleus, el hipocampo, el tálamo, la hipófisis,
la sustancia gris periacueductal, la formación bulbopontorreticular, etc., nos
permite comprender no solamente lo procesos fisiológicos elementales que
subyacen en las conductas emocionales más comunes como la ira, la ansiedad y el
miedo, sino también, y he aquí lo importante, como esta interacción neuronal
puede dar cuenta de la valoración del significado emocional delos estímulos,
tanto internos como externos, el como la experiencia previa gravita sobre la
evaluación cognitiva del evento y finalmente, los rasgos específicos de las
respuestas adaptativas, desde sus manifestaciones neuroendocrinas, autónomas e
inmunes, hasta las motoras-esqueléticas, que configuran los sutiles detalles
del ajuste tónico-postural con el que nos paramos y enfrentamos al mundo en sus
múltiples vicisitudes.
Nadie
tarda en percatarse que la tarea es harto complicada: existen miles de millones
de neuronas, cada una con sus
correspondientes elementos constitutivos y sus respectivas ramificaciones,
siendo así el número de contactos sinápticos casi imposible de calcular. En
medio de tan inconmensurable multiplicidad y agravado por el hecho que se trata
de lo múltiple en lo pequeño, el descubrimiento delos canales selectivos de
flujos de información en el cerebro que configuran la citoarquitectura neuronal
específica de cada especie, compuesta por circuitos plásticos que a la vez
denotan los rasgos particulares de la experiencia individual, parece a primera
vista una empresa utópica. No obstante con unas cuantas funciones mentales de
ha logrado tan difícil detección, lo cual remarca el mérito la investigación
neuroanotomofisiológica de los últimos años. Algunas conductas emocionales se
inscriben en este grupo, particularmente el miedo.
El
itinerario del procesamiento dela información propio del miedo supone partir
dela estimulación sensorial, cualquiera que sea su modalidad, para arribar al
tálamo (excepto la información olfativa), desde allí la información no sigue
una sola vía, sino varias, siendo dos particularmente interesantes. Dos canales
cobran particular importancia, el que va del tálamo a la corteza cerebral,
cualesquiera sean las áreas senso-perceptuales para su procesamiento y de estas
a la corteza orbitofrontal, sede de la
evaluación cognitiva del significado del evento y que desde el tálamo proyecta
hacia el núcleo amigdalino, base del tratamiento emocional del dato relativo al
miedo. Es precisamente esta vía las que nos permite comprender por qué ciertos
acontecimientos generan conductas emocionales, con fuertes actuaciones del
sistema nervioso autónomo, antes de que en el neocortex pueda concluirse el
itinerario perceptivo y lograr así la percatación e identificación del objeto.
Traducido: generamos respuestas emocionales, como la del miedo, antes y sin
necesidad aún de una percatación consiente del objeto que estimuló inicialmente
los sentidos o la producción de una representación (imagen) que, de hecho,
tiene el mismo poder que la percepción para provocar las respuestas emocionales.
Una
pequeña dosis de cortisol ayuda al cerebro a hacer frente a situaciones de
estrés. No obstante ante el distrés crónico, el exceso de calcio a nivel
neuronal provoca la muerte celular (exitoexitosis). Atrofia neuronal primera,
sobre todo dendrítica y muerte después: el cortisol en abundancia causa
estragos. El distrés provoca el
envejecimiento prematuro del cerebro inevitable e irreversiblemente. Incluso
una de las estructuras particularmente dañables por el exceso de cortisol es el
hipocampo, base funcional de la memoria explicita contextual.
Lo
que en definitiva, lo queremos expresar con este quizás aburrido pero necesario
introito es que los estados mentales, son también físicos. Son el producto de
la actividad de sistemas neuronales organizados, altamente complejos y que la
interacción entre estos y otros grupos celulares es tan estrecha que no
vacilamos en afirmar que, precisamente generan estados somáticos y que estos
últimos determinan inexorablemente, los
primeros. Incluso consideramos los estados somáticos, particularmente los
musculares y viscerales, como los principales componentes del yo neural y de
sus correspondientes propiedades mentales.
Como
se ve la distinción físico-mental se presenta aquí con carácter totalmente
didáctico.
La
primera no reviste mayor grado de complejidad, alude a la relación entre
estiramiento muscular y relajación, también muscular, Sin embargo estas no son
estas las variables que hay que controlar para que finalmente, este cometido se
alcance. La “facilitación de la inhibición” neuromuscular a través de los
estiramientos supone permitir que estos provoquen la estimulación de todo un
conjunto de receptores propioceptivos localizados en diferentes tejidos, cuyo
resultado es el desencadenamiento de
reflejos que contrarresten reduciendo, atenuando e incluso suprimiendo la
actividad alfa, gamma y beta. No cualquier extensión muscular provoca estos
efectos. Esta deberá ser lenta, suave de baja intensidad y de una duración
ideal comprendida entre 8 y 12 segundos aproximadamente hasta que la
resistencia muscular queda disminuida al máximo, para después pasar a tiempos
superiores. Por el contrario, los ejercicios dinámicos explosivos, las
insistencias bruscas o rebotes violentos, lejíos de producir relajación
muscular, incrementan la neuroexitabilidad. También los estiramientos estáticos
de alta intensidad que, rompiendo no solamente las fibras del tejido conectivo,
sino las musculares propiamente dichas, estimulan predominantemente los
receptores nociceptivos desencadenando reflejos de protección y generando finalmente un notable incremento
del tono muscular. Tal como puede apreciarse, los estiramientos que pretenden
favorecer la relajación neuromuscular deberán respetar condiciones mínimas y necesarias,
tales como, localización, tiempo de estimulación, intensidad, velocidad,
posiciones de partida, respiración, etc.
Por
otro lado y completando la activación de reflejos inhibitorios, la extensión muscular
favorece localmente la relajación al desconectar filamentos de actina y miosina
todavía unidos, deshaciendo puentes cruzados aun activos. Posiblemente induzca también,
por incremento de la presión de los fluidos intrasarcoplasmáticos, el transporte
del calcio desde su sito de acoplamiento con la troponina hasta las cisternas y
vesículas terminales del retículo sarcoplasmático facilitando la descontracción
muscular.
Como
vemos, a escala muscular entendemos la relajación como un estado de tensión mínima
y descontracción elemental. En el orden mental, la situación no difiere gran
cosa. La concebimos como la posibilidad de atenuar la opresión generada por la
persistencia repetitiva de las mismas
representaciones, que en el caso de ser negativas conllevan desesperación y
desasosiego. Precisamente el “distender” la mente es procurar que ya no “tienda”
a lo mismo. Supone, ni más ni menos, el desvío de la atención hacia otros
objetos y niveles de procesamiento. El cómo los estados mentales generan
estados somáticos, particularmente el incremento del tono muscular, es un tema
tratado más adelante. No obstante y he aquí nuestra segunda inquietud, dilucidar
como los estados somáticos, puntualmente el tono muscular reducido por el
estiramiento, generan ciertos estados mentales, particularmente la relajación psíquica,
constituye un problema de no fácil solución. Se trata de un hecho: los
estiramientos no solo producen relajación muscular, sino también mental. Así
como ciertos pensamientos tienen el poder de contrarrestar la hiperactividad simpática,
estimulando el funcionamiento del sistema parasimpático, reestableciendo los
niveles elevados de excitación central, los estiramientos y los ejercicios
respiratorios también lo poseen. Muy posiblemente, as mismas aferencias que
desde el tálamo sensorial se proyectan hacia la formación bulbopontorreticular,
activando la región inhibitoria y contribuyendo así a la reducción del tono muscular,
sean las que favorezcan también la disminución del tono cortical. Probablemente
los mismos circuitos descriptos en el apartado anterior (flexibilidad y estés)
expliquen el efecto mental de los estiramientos. Sea como fuere, la disolución de
la coraza muscular produce lo propio con la armadura mental y por consiguiente,
el poder acceder a nuestra propia realidad interior, cualquiera que fuese el propósito,
no debería omitir la adecuada predisponibildad muscular y respiratoria.
Fuente:
Amplitud de Movimiento- Mario Di Santo-Paidotribo
1.12.2021
Flexibilidad y estados afectivos y emocionales.
Flexibilidad
y estados afectivos y emocionales.
El grado de dependencia de la flexibilidad
con respecto a este factor es realmente notable. A pesar de mantenerse estables
las condiciones externas más relevantes, tales como la hora del día,
temperatura y calentamiento, la amplitud de movimiento pueden variar en gran
magnitud de un día para otro en función del carácter del impacto emocional de
sus interacciones con el entorno. En este sentido, toda relación con el medio externo, familia, compañeros, pareja,
etc. genera como respuesta determinados estados emocionales que al mismo tiempo
conllevan implícitos ciertos patrones tónicos específicos, localizables no
solamente en la musculatura estriada, sino también en la lisa. El tono muscular
es el síntoma por excelencia del estado emocional de una persona. Podemos
intentar mentir y hacerlo con maestría a través de palabras y gestos, pero el
tono muscular no miente, siempre revela lo que es el sujeto como consecuencia
de todo un pasado emocional específico e insustituible. Por estrechas
conexiones aferentes del lóbulo frontal, el límbico y estructuras domiciliadas
en la profundidad del tronco encefálico, más
particularmente en los núcleos reticulares de la base, cada estado
emocional puede provocar variaciones en la frecuencia de emisión de impulsos
eferentes del sistema motor gamma hacia la musculatura estriada. Dicho en otros
términos, ciertos puentes estructurales permiten sostener el vínculo entre
razón, emoción y tono muscular, dando cuenta no sólo de cómo y por qué las
emociones modulan el tono muscular, sino también como la concienciación y
racionalización delos mismos pueden repercutir en la forma muscular humana.
La palabra “emoción” parece pertenecer a
ese extraño grupo de conceptos caracterizados por el hecho de que todos
aceptamos saber de qué se tratan hasta el momento en que se nos solicitan una
definición de los mismos. Ni que decir de la cantidad de conductas a las que se
les suela adherir la etiqueta de emoción. No obstante, so son pocos los autores
que aciertan a evocar seis emociones primarias o universales: alegría,
tristeza, miedo, ira, sorpresa y repugnancia. Distinguen por otro lado, un
conjunto de emociones secundarias o sociales: vergüenza, celos, culpa y
orgullo, así como también un grupo de emociones llamadas “de fondo”, entre las
que se incluyen el bienestar o malestar, la calma y la tensión. Algunos incluso
adhieren al rotulo de emoción a pulsiones, motivaciones, dolor y placer.
Pero más allá del acuerdo o desacuerdo en
la clasificación delas emociones o en la precisión de su definición, ellas
tienen un propósito biológico claro, constituyendo un sistema bastante
sofisticado para la conservación y regulación de la vida. Son complejas
colecciones de respuestas químicas y neurales que configuran un patrón
regulador destinado a mantener la homeostasis y evitar la muerte. Son procesos
biológicamente determinados, que suceden automáticamente, muy a pesar de que el
aprendizaje y la cultura pueden alterar su expresión, otorgándoles nuevos
significados. Cuando se desencadenan repercuten inexorablemente, sobre la
operatividad de otros circuitos cerebrales, generando cambios, no solo en la
estructura muscular y la función neurohormonal, sino también en ciertas
funciones mentales.
Dos tipos de circunstancias activan el proceso
emocional: el primero ocurre cuando nuestros dispositivos sensoriales captan un
objeto determinado y el segundo cuando evocamos ciertos elementos y situaciones
configurando un patrón especifico de representación
en el acto de pensamiento. También el
razonamiento humano concluye en enunciados que finalmente se convierten en
dispositivos con la suficiente fuerza como para desencadenar emociones de alto
impacto heterostático. De hecho, los distintos estímulos, ya sean internos o
externos, suelen inducir cierta clase de emociones con preferencia en la especie humana.
Comprender un poco más del mecanismo biológico
de la emoción seguramente facilitara la intelección del vínculo entre estas y
el tono muscular y por consiguiente, su relación con la mayor o menor
dificultad para entrenar la flexibilidad. Antonio Damasio (2000) resume con precisión los principales hallazgos
y nosotros nos permitimos exponerlos brevemente:
Primero.
El
cerebro induce emociones a partir de un número notablemente reducidos de sitios,
la mayoría se sitúa debajo de la corteza cerebral y se denominan subcorticales.
Los sitios subcorticales más importantes se hallan en la región del tronco del encéfalo,
hipotálamo y cerebro anterior basal. Un ejemplo es la región conocida como gris
periacueductal (GPA) que es un gran coordinador de las respuestas emocionales.
El GPA actúa a través de los núcleos motores de la formación reticular y a través
de los núcleos de nervios craneales, como, por ejemplo, los núcleos del nervio vago. Otro núcleo subcortical
importante es la amígdala. Los sitios inductores localizados en la corteza cerebral, o sitios
corticales, incluyen los sectores anteriores de la región del cíngulo y de la región
ventromedial prefrontal.
Segundo. Estos sitios procesan
diferentes emociones en grados variables. Mediante imaginería PET hemos
mostrado que la inducción y experiencia de tristeza, ira, miedo y dicha activan
varios de los sitios citados, pero que el patrón de cada emoción es particular.
Por ejemplo, la tristeza siempre activa la corteza ventromedial frontal, el hipotálamo
y el tronco del encéfalo, en tanto que la ira o el miedo no activan la corteza prefrontal
ni el hipotálamo. Si bien las tres emociones excitan el tronco del encéfalo, la
activación hipotalámica y ventromedial prefrontal parece especifica de la
tristeza.
Tercero. Algunos de estos
sitios también colaboran en el reconocimiento de estímulos que traducen ciertas
emociones. Por ejemplo, la amígdala, situada en las profundidades de cada lóbulo
temporal, es indispensable para detectar el miedo en las expresiones faciales,
para acondicionarse al miedo e incluso para expresarlo.
La amígdala tiene poco interés en
reconocer o aprender sobre la repugnancia o la alegría.
Como vemos lejos de haber un único comando
central para procesar distintas emociones, disponemos de varios sistemas
discretos relacionados con patrones emocionales separados. Su activación genera
respuestas visibles, como las de la cara, piel, postura y gestos, pero también otras
que no lo son tanto, como el caso de los perfiles químicos del medio interno, modificándose
la secreción de hormonas y neurotransmisores. El resultado final es la alteración
de varios circuitos neurales, entre los que se incluyen aquellos responsables
dela postura y el tono muscular. Ya sea por la ruta sanguínea o por la neural, las emociones terminan por
generar un cambio global en el estado del organismo. No es extraño que la ira y
el miedo tiendan a incrementar el tono muscular y la tristeza, a reducirlo.
Las dos primeras son las que mayormente
complican el entrenamiento de la flexibilidad, la respuesta casi obligada ante
una agresión, tanto interior como exterior, es el incremento inmediato y más o
menos persistente del tono muscular. Miedo y cólera se acompañan de hipertonías
localizables en casi todo el sistema muscular. Quizás puedan verificarse
mayores aumentos del tono en ciertos grupos musculares que en otros, puesto que
no existe una “cartografía” muy precisa en cuanto a la localización de hipertonías
se refiere. No obstante parece haber un lugar de referencia, vulnerable por definición y no es otro que la cara
posterior del cuerpo. Las regiones cervical, lumbar y de los músculos
isquiotibiales parecen ser los receptáculos finales de nuestras emociones mas
negativas.
El sistema muscular del ser humano, más allá
de su función estrictamente locomotora, es como una inmensa biblioteca o
videoteca que guarda el registro de toda nuestra historia afectiva y emocional.
Frustraciones, represiones, conflictos no resueltos, agresiones fracasos,
miedos y cóleras han dejado todos su particular huella sobre el sistema
muscular, la mayoría de las veces a la manera de hipertonía en algún que otro
musculo en l acara anterior del cuerpo. Los subsistemas cerebrales están estrechamente
conectados con los musculares que no sorprende que, muchas veces, un simple
estiramiento masaje o digitopresión desencadenen finalmente el resurgimiento de
un particular conflicto llevando al sujeto a una suerte de catarsis, que en
tanto y en cuanto convenientemente canalizada, puede realizar aliviante y
positiva.
Para terminar, simplemente recordemos el
hecho de que la flexibilidad varié de un día a otro en función de las experiencias
vividas y sus estados emotivos correlativos es un fenómeno enteramente natural,
y en este sentido, tanto el profesor como el alumno deben respetarlo. De no
hacerlo, el empleo de ejercicios y técnicas de gran intensidad puede
convertirse en un factor opresivo adicional que provoque un incremento aun
mayor del tono muscular y conforme no cese la insistencia, las lesiones pueden sobrevenir
con mayor índice de probabilidad.