1.31.2021

Las primeras historias británicas en Okinawa







 Las primeras historias británicas en Okinawa

por Michael Clayton
El Capitán William Broughton del HMS Providence es considerado el primer funcionario occidental en hacer contacto con Okinawa (Great Loo Choo) en 1793. Pasó 2 días en el puerto de Naha e informó al Rey de Inglaterra sobre la posible posición comercial ventajosa que este puerto tenía en la región. Sin embargo, debido al enfoque británico en las guerras napoleónicas, no fue hasta 1816 que Okinawa fue finalmente visitada e inspeccionada por el capitán Murray Maxwell del HMS Alceste y el capitán Basil Hall del HMS Lyra. Posteriormente, la isla fue visitada nuevamente en 1827 por el capitán Beechey del HMS Blossom.
Los relatos escritos de estos capitanes son una lectura agradable y proporcionan una visión fascinante de la isla. La gente de Uchina (Okinawa) se describe constantemente como liberal, amable y de carácter cálido. Son personas primitivas pero decentes que tienen a los ancianos en gran reverencia. No se considera que las mujeres sean tratadas particularmente bien con restricciones en sus movimientos, interacción social y expectativas de que realicen un trabajo físico y también existen claras divisiones de clases, como es consistente con las culturas de la época. Sin embargo, otros aspectos de la cultura son particularmente ilustrados: los niños son tratados bien y parecen ser respetados, las armas y la violencia se desalientan, las relaciones monógamas son la norma, la moda y la presentación física son importantes y los buenos modales son del más alto nivel de sofisticación.
En ese momento, los británicos notaron que la religión (budismo) no se tomaba muy en serio en Okinawa y, aunque se respetaba a los monjes, también se les ignoraba en general. Los monjes no estaban en una condición saludable como puede convertirse en el camino para los monjes budistas.
El Capitán Hall en 1816 escribió:
“No vimos armas de ningún tipo, y los nativos siempre declararon que no tenían. Su comportamiento al ver disparar un mosquete implicaba ciertamente un desconocimiento de las armas de fuego. En una cabaña en el extremo norte de la isla, vimos una lanza que tenía la apariencia de un arma de guerra, pero teníamos todas las razones para creer que se usaba con el único propósito de pescar, habiendo visto otras actuantes no muy diferentes. aliado empleado de esta manera. Miraron nuestras espadas y alfanjes, y los creeses y lanzas malayos, con igual sorpresa, al parecer tan poco familiarizados con uno como con el otro. Los jefes llevaban pequeños cuchillos de caja en los pliegues de sus túnicas o en el cinturón, y las clases inferiores tenían un cuchillo más grande, pero estos siempre eran de alguna utilidad práctica inmediata y no se usaban para defensa ni como adorno.
El capitán Beechey pensó que la ausencia de armas era solo superficial, en 1827 escribió:
“Por lo tanto, estoy dispuesto a creer que los habitantes de Loo Choo tienen armas y que son similares a las que se usan en China. Y con respecto a la objeción que ofrecería ninguno de ellos, habiendo sido visto nunca en Loo Choo, solo puedo decir que mientras estuve en China, con la excepción del cañón en los fuertes, no vi un arma de ningún tipo. amables, aunque se sabe que la gente los posee ”.
No hay mención de Karate / Kobudo o cualquier otra pelea en las cuentas de los capitanes que no sea un incidente después de una fiesta de borrachos. Los ingleses y okinawenses pasaban mucho tiempo bebiendo sake y vino.
El Capitán Hall informa:
“Al regresar a la cabaña para tomar el té, todos estaban de buen humor, y mientras se divertían con una especie de juego de lucha libre, Ookooma [Ed: Uno de los hombres de Okinawa], que nos había visto ponernos en actitud de combate, lanzó él mismo de repente en la posición de defensa del boxeador, asumiendo al mismo tiempo una fiereza de mirada que nunca antes habíamos visto en ninguno de ellos. El caballero al que se dirigió, pensando que Ookooma deseaba entrenar, se dispuso a complacerlo; pero el rápido ojo de Madera [Ed: Otro hombre de Okinawa] vio lo que estaba sucediendo, y con una palabra o dos lo hizo reanudar instantáneamente su acostumbrada tranquilidad. Intentamos en vano hacer que Madera explicara cuáles eran las palabras mágicas que había usado para Ookooma. Parecía ansioso por desviar nuestros pensamientos del tema, por - sin pelea, no es bueno, no, no. Ingerish muy bien, sí, sí, sí; Loo-choo man no fight. Posiblemente consideró que Ookooma se estaba tomando una libertad demasiado grande; o, tal vez, pensó que ni siquiera la apariencia de luchar con la estricta amistad que subsiste entre nosotros ”.
“Descubrimos que el cirujano de Loo-choo había colocado el dedo roto del capitán Maxwell en una pasta espesa hecha de huevos, harina y alguna otra sustancia que trajo consigo. Luego envolvió todo en la piel de un ave recién sacrificada. Esta piel se secó en poco tiempo y mantuvo firme la pasta, por lo que el dedo roto se mantuvo firme ”- Capitán Hall.
Los británicos no tenían idea de que Okinawa estaba controlada y sometida por los japoneses en ese momento. Los japoneses nunca fueron mencionados a los oficiales. Se notó que los habitantes de Okinawa mostraban un comportamiento peculiar en lo que respecta a la diplomacia y, en retrospectiva, podemos entender por qué. Los británicos vieron pocas ganancias en Loo-Choo, ya que "se encuentra fuera de la ruta, de los barcos comerciales, y no parece producir nada de valor en sí mismo, y como los habitantes parecen indiferentes a las mercancías extranjeras, y si desean poseer ellos están sin dinero para hacer compras ”. Por eso se protegieron de los avances coloniales.
Los oficiales británicos se reunieron con el príncipe de Okinawa en 1816, quien declaró que la nación no tenía conocimiento de otros países o culturas además de los chinos, coreanos y, por supuesto, japoneses. Como tales, las relaciones diplomáticas entre Inglaterra y Okinawa fueron las primeras para Occidente. El príncipe era un hombre amable e inquisitivo que se interesaba especialmente por los mapas del mundo. Mostró especial preocupación cuando el capitán Maxwell se rompió el dedo, y aquí nos enteramos de que los habitantes de Okinawa usaban una forma de yeso para reparaciones óseas.
Una de las contribuciones más valiosas de esta visita son los dibujos hechos a todo color del pueblo de Okinawa en este momento, esto se puede ver a lo largo de este artículo y fueron dibujados por el Capitán Hall y su cirujano. Las descripciones de su vestimenta son vívidas en el texto y están bien representadas en las ilustraciones. Uno de los aspectos más intrigantes de la apariencia de Okinawa es la presencia de tatuajes. No eran comunes y eran más frecuentes entre los pescadores. Un tatuaje es particularmente prominente quizás para Kobudo-Ka, el de un tridente. Una imagen que, por supuesto, tiene fuertes conexiones con el mar, pero también tiene un parecido pasajero con el sai.
Las relaciones entre los okinawenses y los británicos fueron particularmente cálidas y amistosas e involucraron mucha alegría, buen humor e intercambio de regalos. Los británicos confiaban tanto en los habitantes de Okinawa que eran libres de vagar por sus barcos sin vigilancia ni supervisión. Compartieron tanta ciencia y equipo con los okinawenses como les permitió el tiempo. Los okinawenses, comprensiblemente cautelosos con los británicos con sus buques de guerra y armas de fuego, aprendieron a respetar que los británicos no estaban allí para atacar y robar, sino para explorar, descubrir e intercambiar. La gente de Okinawa tiene mucho que ofrecer al mundo.

1.22.2021

Flexibilidad y alivio del estrés

 


Flexibilidad y alivio del estrés

Estrés, quizás uno de los tantos fenómenos de los cuales casi todos hablan y muy probablemente, pocos comprenden, De hecho, esto último no es tan sencillo, tratándose como tal, de un proceso altamente complejo, cualquiera sea la perspectiva desde la cual se pretenda abordarlo. Varias pueden ser las puertas de acceso a la comprensión del problema, una de ellas que por lo menos para nosotros es evidente, es ni más ni menos, que el mundo contemporáneo como tal.

La sociedad occidental (puesto que es la única que conocemos, sin descartar que el Oriente no occidentalizado también tiene sus particulares mecanismos de subyugación) parece estar marcada, hoy por hoy, por la violencia en todas sus manifestaciones posibles: división de los seres humanos en ganadores y perdedores, injusticia social, inequidad distributiva de los bienes materiales, competitividad, constricción al consumo irracional, ensamblaje engañoso de paradigmas de realización personal basados en el éxito, la figuración, el dinero y el poder; navegantes, millones y millones, enredados en el laberinto de una red de la cual no parece haber salida, shopping center, espantosos contrastes entre niños muertos por desnutrición y famosos “artistas” ventilando en público minuciosos detalles de su, por cierto, extremadamente trivial y aburrida vida, hipócritas comunicadores por doquier expresan su optimismo, cuando en realidad, es este insolente e irrespetuoso, cuando otro, aunque sea un solo ser humano sufre.

Educación para pocos y semieducacion para muchos o lo que es lo mismo, manipulación masiva de conciencias y prestidigitación milimétrica de lo que debe ver, opinar y pensar. De vez en cuando también un poco de moralina, una suerte de “antibiótico en grajeas del burgués taciturno” (Leopoldo Marechal) tiende a frenar este “pequeño hombre pequeño” en su impulso irreflexivo.

La lista parece ser interminable, no obstante, y he aquí otra apertura al análisis, las situaciones son problemáticas en tanto y en cuanto se las evalué como tales. Nuestra parcial y brevísima descripción de algunos de los aspectos más sobresalientes de la contemporaneidad puede, para otros, no significar nada en absoluto. Es la interpretación de los hechos la que, en definitiva, los transforma en agresivos o inocuos, relevantes o intrascendentes, urgentes o postergables. Por supuesto, el mecanismo individual y colectivo de valoración de la situación sociopolítica también es “configurable” desde afuera. Con lo familiar y lo personal puede suceder lo mismo, comprender  entonces la etiología del estrés supone un requisito insoslayable: entender lo que son las agresiones en tanto y en cuanto son evaluadas así por el sujeto. Es esta, para nosotros, la vía principal de acceso al problema del estrés.

Por agresiones entendemos todos los acontecimientos, tantos externos como internos, que valorados por sujeto como peligroso y amenazante para la integridad y equilibrio del organismo, activan mecanismos reflejos instintivos de alarma y defensa. Desde ellos podemos entender el fenómeno del estrés tal como Stanley Keeleman (1997) lo propone. Ahora bien, lo propio de la alarma es que son inmediatas, se activan y generan respuestas en tanto y en cuanto el estímulo agresivo y amenazante este presente. Cuando el peligro ha pasado, volvemos a la situación normal en poco tiempo, tanto fisiológica, como psicológicamente.

No obstante ciertas reacciones pueden persistir e inclusive incrementarse, hasta el punto de transformarse en parte permanente de nuestra estructura. Dicho en otras palabras, terminan por configurarnos como lo que somos, o por lo menos, en lo que para los demás necesitamos mostrar que somos: una sólida y espesa armadura como continuación e intensificación de reacciones defensivas articuladas a lo largo de gran parte de nuestra vida. Esta suerte de perpetuación de las reacciones propias del reflejo de alarma (Keeleman,1997) que pasan a convertirse en un estado casi habitual , es lo que conocemos como estrés: una intensa prolongación constitutiva de un vallado defensivo, compuesto por múltiples reacciones psicológicas y orgánicas que terminan de edificarnos de una manera personal e inconfundible, articulando negativamente hasta los aspecto más sutiles de nuestra vida mental, particularmente los procesos emocionales. Esta perturbación de la estructura y función del individuo depende, de la valoración que se realice del significado amenazante de los eventos cotidianos y esto precisamente es la diferencia principal entre el estrés psíquico y físico. Lo común en ambos es el daño y la destrucción tisular específicos, la irreparable pérdida de inmensas poblaciones celulares cuyo corolario es la alteración de nuestro equilibrio y su adverso impacto en el ámbito de las diversas interacciones de habitualmente sostenemos con el medio.

Una cierta dosis de estrés no puede faltar para aprender y desarrollarse, lo reconocemos cono condición necesaria, pero no suficiente, para concretar aquellos cambios que llevan a superarnos en diversos aspectos de nuestra vida. Este buen estrés o “eutrés” se distingue de aquel estrés negativo o “distrés”, resorte progresivo de un buen número de patologías. En este último, la magnitud de la amenaza impuesta, a la organización psicobiológica del sujeto excede sus posibilidades de adaptación. La evaluación cognitiva personal del significado agresivo del evento determina las diferencias individuales en la respuesta, de ahí la importancia de dotar al sujeto de estrategias alternativas para afrontarlo y prepararlo para su aplicación, incluso en los momentos más desbordantes. Entre ellas, algunas actividades físicas, como las técnicas de respiración, relajación y los estiramientos pueden contribuir positivamente a contrarrestar los síntomas propios del “distrés”.

Ahora bien para comprender como y de qué manera los estiramientos, la respiración y la relajación neuromuscular pueden convertirse en efectivas estrategias para afrontar el problema, resulta inevitable el repaso, mínimo y superficial, de algunos aspectos elementales de la fisiología propia del estrés, particularmente el distrés patológico. Para ello es necesario abordar las conductas emocionales, específicamente la neuroanatomía específica que da cuenta de las estructuras cerebrales directamente implicadas y sus proyecciones, constituyendo la base sistémica de tales procesos.

El estudio del vínculo funcional existente entre diferentes estructuras, como el núcleo amigdalino, el locus coeruleus, el hipocampo, el tálamo, la hipófisis, la sustancia gris periacueductal, la formación bulbopontorreticular, etc., nos permite comprender no solamente lo procesos fisiológicos elementales que subyacen en las conductas emocionales más comunes como la ira, la ansiedad y el miedo, sino también, y he aquí lo importante, como esta interacción neuronal puede dar cuenta de la valoración del significado emocional delos estímulos, tanto internos como externos, el como la experiencia previa gravita sobre la evaluación cognitiva del evento y finalmente, los rasgos específicos de las respuestas adaptativas, desde sus manifestaciones neuroendocrinas, autónomas e inmunes, hasta las motoras-esqueléticas, que configuran los sutiles detalles del ajuste tónico-postural con el que nos paramos y enfrentamos al mundo en sus múltiples vicisitudes.

Nadie tarda en percatarse que la tarea es harto complicada: existen miles de millones de neuronas,  cada una con sus correspondientes elementos constitutivos y sus respectivas ramificaciones, siendo así el número de contactos sinápticos casi imposible de calcular. En medio de tan inconmensurable multiplicidad y agravado por el hecho que se trata de lo múltiple en lo pequeño, el descubrimiento delos canales selectivos de flujos de información en el cerebro que configuran la citoarquitectura neuronal específica de cada especie, compuesta por circuitos plásticos que a la vez denotan los rasgos particulares de la experiencia individual, parece a primera vista una empresa utópica. No obstante con unas cuantas funciones mentales de ha logrado tan difícil detección, lo cual remarca el mérito la investigación neuroanotomofisiológica de los últimos años. Algunas conductas emocionales se inscriben en este grupo, particularmente el miedo.

El itinerario del procesamiento dela información propio del miedo supone partir dela estimulación sensorial, cualquiera que sea su modalidad, para arribar al tálamo (excepto la información olfativa), desde allí la información no sigue una sola vía, sino varias, siendo dos particularmente interesantes. Dos canales cobran particular importancia, el que va del tálamo a la corteza cerebral, cualesquiera sean las áreas senso-perceptuales para su procesamiento y de estas a la corteza orbitofrontal, sede  de la evaluación cognitiva del significado del evento y que desde el tálamo proyecta hacia el núcleo amigdalino, base del tratamiento emocional del dato relativo al miedo. Es precisamente esta vía las que nos permite comprender por qué ciertos acontecimientos generan conductas emocionales, con fuertes actuaciones del sistema nervioso autónomo, antes de que en el neocortex pueda concluirse el itinerario perceptivo y lograr así la percatación e identificación del objeto. Traducido: generamos respuestas emocionales, como la del miedo, antes y sin necesidad aún de una percatación consiente del objeto que estimuló inicialmente los sentidos o la producción de una representación (imagen) que, de hecho, tiene el mismo poder que la percepción para provocar las respuestas emocionales.

Una pequeña dosis de cortisol ayuda al cerebro a hacer frente a situaciones de estrés. No obstante ante el distrés crónico, el exceso de calcio a nivel neuronal provoca la muerte celular (exitoexitosis). Atrofia neuronal primera, sobre todo dendrítica y muerte después: el cortisol en abundancia causa estragos. El distrés provoca el envejecimiento prematuro del cerebro inevitable e irreversiblemente. Incluso una de las estructuras particularmente dañables por el exceso de cortisol es el hipocampo, base funcional de la memoria explicita contextual.

Lo que en definitiva, lo queremos expresar con este quizás aburrido pero necesario introito es que los estados mentales, son también físicos. Son el producto de la actividad de sistemas neuronales organizados, altamente complejos y que la interacción entre estos y otros grupos celulares es tan estrecha que no vacilamos en afirmar que, precisamente generan estados somáticos y que estos últimos  determinan inexorablemente, los primeros. Incluso consideramos los estados somáticos, particularmente los musculares y viscerales, como los principales componentes del yo neural y de sus correspondientes propiedades mentales.

Como se ve la distinción físico-mental se presenta aquí con carácter totalmente didáctico.

La primera no reviste mayor grado de complejidad, alude a la relación entre estiramiento muscular y relajación, también muscular, Sin embargo estas no son estas las variables que hay que controlar para que finalmente, este cometido se alcance. La “facilitación de la inhibición” neuromuscular a través de los estiramientos supone permitir que estos provoquen la estimulación de todo un conjunto de receptores propioceptivos localizados en diferentes tejidos, cuyo resultado es el desencadenamiento  de reflejos que contrarresten reduciendo, atenuando e incluso suprimiendo la actividad alfa, gamma y beta. No cualquier extensión muscular provoca estos efectos. Esta deberá ser lenta, suave de baja intensidad y de una duración ideal comprendida entre 8 y 12 segundos aproximadamente hasta que la resistencia muscular queda disminuida al máximo, para después pasar a tiempos superiores. Por el contrario, los ejercicios dinámicos explosivos, las insistencias bruscas o rebotes violentos, lejíos de producir relajación muscular, incrementan la neuroexitabilidad. También los estiramientos estáticos de alta intensidad que, rompiendo no solamente las fibras del tejido conectivo, sino las musculares propiamente dichas, estimulan predominantemente los receptores nociceptivos desencadenando reflejos de protección  y generando finalmente un notable incremento del tono muscular. Tal como puede apreciarse, los estiramientos que pretenden favorecer la relajación neuromuscular deberán respetar condiciones mínimas y necesarias, tales como, localización, tiempo de estimulación, intensidad, velocidad, posiciones de partida, respiración, etc.

Por otro lado y completando la activación de reflejos inhibitorios, la extensión muscular favorece localmente la relajación al desconectar filamentos de actina y miosina todavía unidos, deshaciendo puentes cruzados aun activos. Posiblemente induzca también, por incremento de la presión de los fluidos intrasarcoplasmáticos, el transporte del calcio desde su sito de acoplamiento con la troponina hasta las cisternas y vesículas terminales del retículo sarcoplasmático facilitando la descontracción muscular.  

Como vemos, a escala muscular entendemos la relajación como un estado de tensión mínima y descontracción elemental. En el orden mental, la situación no difiere gran cosa. La concebimos como la posibilidad de atenuar la opresión generada por la persistencia repetitiva  de las mismas representaciones, que en el caso de ser negativas conllevan desesperación y desasosiego. Precisamente el “distender” la mente es procurar que ya no “tienda” a lo mismo. Supone, ni más ni menos, el desvío de la atención hacia otros objetos y niveles de procesamiento. El cómo los estados mentales generan estados somáticos, particularmente el incremento del tono muscular, es un tema tratado más adelante. No obstante y he aquí nuestra segunda inquietud, dilucidar como los estados somáticos, puntualmente el tono muscular reducido por el estiramiento, generan ciertos estados mentales, particularmente la relajación psíquica, constituye un problema de no fácil solución. Se trata de un hecho: los estiramientos no solo producen relajación muscular, sino también mental. Así como ciertos pensamientos tienen el poder de contrarrestar la hiperactividad simpática, estimulando el funcionamiento del sistema parasimpático, reestableciendo los niveles elevados de excitación central, los estiramientos y los ejercicios respiratorios también lo poseen. Muy posiblemente, as mismas aferencias que desde el tálamo sensorial se proyectan hacia la formación bulbopontorreticular, activando la región inhibitoria y contribuyendo así a la reducción del tono muscular, sean las que favorezcan también la disminución del tono cortical. Probablemente los mismos circuitos descriptos en el apartado anterior (flexibilidad y estés) expliquen el efecto mental de los estiramientos. Sea como fuere, la disolución de la coraza muscular produce lo propio con la armadura mental y por consiguiente, el poder acceder a nuestra propia realidad interior, cualquiera que fuese el propósito, no debería omitir la adecuada predisponibildad muscular y respiratoria.

 

Fuente: Amplitud de Movimiento- Mario Di Santo-Paidotribo

1.12.2021

Flexibilidad y estados afectivos y emocionales.

 

Flexibilidad y estados afectivos y emocionales.

El grado de dependencia de la flexibilidad con respecto a este factor es realmente notable. A pesar de mantenerse estables las condiciones externas más relevantes, tales como la hora del día, temperatura y calentamiento, la amplitud de movimiento pueden variar en gran magnitud de un día para otro en función del carácter del impacto emocional de sus interacciones con el entorno. En este sentido, toda relación con el  medio externo, familia, compañeros, pareja, etc. genera como respuesta determinados estados emocionales que al mismo tiempo conllevan implícitos ciertos patrones tónicos específicos, localizables no solamente en la musculatura estriada, sino también en la lisa. El tono muscular es el síntoma por excelencia del estado emocional de una persona. Podemos intentar mentir y hacerlo con maestría a través de palabras y gestos, pero el tono muscular no miente, siempre revela lo que es el sujeto como consecuencia de todo un pasado emocional específico e insustituible. Por estrechas conexiones aferentes del lóbulo frontal, el límbico y estructuras domiciliadas en la profundidad del tronco encefálico, más  particularmente en los núcleos reticulares de la base, cada estado emocional puede provocar variaciones en la frecuencia de emisión de impulsos eferentes del sistema motor gamma hacia la musculatura estriada. Dicho en otros términos, ciertos puentes estructurales permiten sostener el vínculo entre razón, emoción y tono muscular, dando cuenta no sólo de cómo y por qué las emociones modulan el tono muscular, sino también como la concienciación y racionalización delos mismos pueden repercutir en la forma muscular humana.

La palabra “emoción” parece pertenecer a ese extraño grupo de conceptos caracterizados por el hecho de que todos aceptamos saber de qué se tratan hasta el momento en que se nos solicitan una definición de los mismos. Ni que decir de la cantidad de conductas a las que se les suela adherir la etiqueta de emoción. No obstante, so son pocos los autores que aciertan a evocar seis emociones primarias o universales: alegría, tristeza, miedo, ira, sorpresa y repugnancia. Distinguen por otro lado, un conjunto de emociones secundarias o sociales: vergüenza, celos, culpa y orgullo, así como también un grupo de emociones llamadas “de fondo”, entre las que se incluyen el bienestar o malestar, la calma y la tensión. Algunos incluso adhieren al rotulo de emoción a pulsiones, motivaciones, dolor y placer.

Pero más allá del acuerdo o desacuerdo en la clasificación delas emociones o en la precisión de su definición, ellas tienen un propósito biológico claro, constituyendo un sistema bastante sofisticado para la conservación y regulación de la vida. Son complejas colecciones de respuestas químicas y neurales que configuran un patrón regulador destinado a mantener la homeostasis y evitar la muerte. Son procesos biológicamente determinados, que suceden automáticamente, muy a pesar de que el aprendizaje y la cultura pueden alterar su expresión, otorgándoles nuevos significados. Cuando se desencadenan repercuten inexorablemente, sobre la operatividad de otros circuitos cerebrales, generando cambios, no solo en la estructura muscular y la función neurohormonal, sino también en ciertas funciones mentales.

Dos tipos de circunstancias activan el proceso emocional: el primero ocurre cuando nuestros dispositivos sensoriales captan un objeto determinado y el segundo cuando evocamos ciertos elementos y situaciones configurando un patrón especifico  de representación  en el acto de pensamiento. También el razonamiento humano concluye en enunciados que finalmente se convierten en dispositivos con la suficiente fuerza como para desencadenar emociones de alto impacto heterostático. De hecho, los distintos estímulos, ya sean internos o externos, suelen inducir cierta clase de emociones  con preferencia en la especie humana.

Comprender un poco más del mecanismo biológico de la emoción seguramente facilitara la intelección del vínculo entre estas y el tono muscular y por consiguiente, su relación con la mayor o menor dificultad para entrenar la flexibilidad. Antonio Damasio (2000)  resume con precisión los principales hallazgos y nosotros nos permitimos exponerlos brevemente:

Primero. El cerebro induce emociones a partir de un número notablemente reducidos de sitios, la mayoría se sitúa debajo de la corteza cerebral y se denominan subcorticales. Los sitios subcorticales más importantes se hallan en la región del tronco del encéfalo, hipotálamo y cerebro anterior basal. Un ejemplo es la región conocida como gris periacueductal (GPA) que es un gran coordinador de las respuestas emocionales. El GPA actúa a través de los núcleos motores de la formación reticular y a través de los núcleos de nervios craneales, como, por ejemplo, los núcleos  del nervio vago. Otro núcleo subcortical importante es la amígdala. Los sitios inductores  localizados en la corteza cerebral, o sitios corticales, incluyen los sectores anteriores de la región del cíngulo y de la región ventromedial prefrontal.

Segundo. Estos sitios procesan diferentes emociones en grados variables. Mediante imaginería PET hemos mostrado que la inducción y experiencia de tristeza, ira, miedo y dicha activan varios de los sitios citados, pero que el patrón de cada emoción es particular. Por ejemplo, la tristeza siempre activa la corteza ventromedial frontal, el hipotálamo y el tronco del encéfalo, en tanto que la ira o el miedo no activan la corteza prefrontal ni el hipotálamo. Si bien las tres emociones excitan el tronco del encéfalo, la activación hipotalámica y ventromedial prefrontal parece especifica de la tristeza.

Tercero. Algunos de estos sitios también colaboran en el reconocimiento de estímulos que traducen ciertas emociones. Por ejemplo, la amígdala, situada en las profundidades de cada lóbulo temporal, es indispensable para detectar el miedo en las expresiones faciales, para acondicionarse al miedo e incluso para expresarlo.

La amígdala tiene poco interés en reconocer o aprender sobre la repugnancia o la alegría.

Como vemos lejos de haber un único comando central para procesar distintas emociones, disponemos de varios sistemas discretos relacionados con patrones emocionales separados. Su activación genera respuestas visibles, como las de la cara, piel, postura y gestos, pero también otras que no lo son tanto, como el caso de los perfiles químicos del medio interno, modificándose la secreción de hormonas y neurotransmisores. El resultado final es la alteración de varios circuitos neurales, entre los que se incluyen aquellos responsables dela postura y el tono muscular. Ya sea por la ruta sanguínea  o por la neural, las emociones terminan por generar un cambio global en el estado del organismo. No es extraño que la ira y el miedo tiendan a incrementar el tono muscular y la tristeza, a reducirlo.

Las dos primeras son las que mayormente complican el entrenamiento de la flexibilidad, la respuesta casi obligada ante una agresión, tanto interior como exterior, es el incremento inmediato y más o menos persistente del tono muscular. Miedo y cólera se acompañan de hipertonías localizables en casi todo el sistema muscular. Quizás puedan verificarse mayores aumentos del tono en ciertos grupos musculares que en otros, puesto que no existe una “cartografía” muy precisa en cuanto a la localización de hipertonías se refiere. No obstante parece haber un lugar de referencia, vulnerable  por definición y no es otro que la cara posterior del cuerpo. Las regiones cervical, lumbar y de los músculos isquiotibiales parecen ser los receptáculos finales de nuestras emociones mas negativas.

El sistema muscular del ser humano, más allá de su función estrictamente locomotora, es como una inmensa biblioteca o videoteca que guarda el registro de toda nuestra historia afectiva y emocional. Frustraciones, represiones, conflictos no resueltos, agresiones fracasos, miedos y cóleras han dejado todos su particular huella sobre el sistema muscular, la mayoría de las veces a la manera de hipertonía en algún que otro musculo en l acara anterior del cuerpo. Los subsistemas cerebrales están estrechamente conectados con los musculares que no sorprende que, muchas veces, un simple estiramiento masaje o digitopresión desencadenen finalmente el resurgimiento de un particular conflicto llevando al sujeto a una suerte de catarsis, que en tanto y en cuanto convenientemente canalizada, puede realizar aliviante y positiva.

Para terminar, simplemente recordemos el hecho de que la flexibilidad varié de un día a otro en función de las experiencias vividas y sus estados emotivos correlativos es un fenómeno enteramente natural, y en este sentido, tanto el profesor como el alumno deben respetarlo. De no hacerlo, el empleo de ejercicios y técnicas de gran intensidad puede convertirse en un factor opresivo adicional que provoque un incremento aun mayor del tono muscular y conforme no cese la insistencia, las lesiones pueden sobrevenir con mayor índice de probabilidad.