5.11.2009

Satunushi Sakugawa: las bases del karate de Okinawa


El arte del karate como es conocido actualmente, se debe a un hombre nacido en el siglo XVIII llamado Sakugawa. Dejó una amplia estela de conocimientos, entre los que destacan: el concepto de Dojo,el Dojo Kun, o reglas éticas que se siguen en los gimnasios de Artes Marciales, la kata Kusanku, la kata de bo Sakugawa bo kata y el sistema general de entrenamiento que conocemos hoy en día.
Nació en Shuri, Okinawa, el 5 de marzo de 1733 y murió el 17 de agosto de 1815.
Cuando tenía 17 años, sucedió un acontecimiento que marcó toda su vida. Un mal día, su padre fue llevado a casa por varias personas. Había sufrido una paliza y después los agresores le obligaron a beber alcohol hasta el límite que no podía resistir ningún ser humano. Esta agresión se produjo por una venganza: El padre no bebía alcohol hasta emborracharse, cosa poco común en una época donde los campesinos oprimidos por la policía imperial japonesa tenían en esta actividad etílica un medio para expresarse desinhibidamente. Éste motivo fue suficiente para provocar un altercado que acabó con la vida del desafortunado padre de Sakugawa.
En el lecho de muerte, lo mandó llamar, " Hijo, mírame bien. Quiero que me prometas una cosa. Aprende a defenderte y no vivas como tu padre, siempre sometido al capricho de los más fuertes. Debes aprender artes marciales, no vivas humillado como yo. No permitas que abusen de ti ni te hagan sentir ridículo hombres de esa calaña, que cobardemente atacan en manada como perros salvajes".
Después de enterrar a su padre, Sakugawa buscó un artista marcial que pudiera complacer el último deseo de su progenitor, y al cabo de un tiempo oyó hablar de un monje llamado Takahara Peichin. El título Peichin, añadido detrás de su apellido, era una garantía, pues representaba un honor que el rey otorgaba por servicios distinguidos. El monje vivía en un pueblo cercano al suyo, Akata, lo cual era muy conveniente. Visitó a Takahara y le explicó su misión. El monje le escuchó detenidamente y le dio la primera instrucción:
"Las Artes Marciales son un estudio para toda la vida. No es un capricho de meses o años. Es para siempre. Tiene unas bases filosóficas muy profundas centradas en estos principios: Do, un camino de vida, una forma de vivir. Ho, la ley, las reglas estrictas para realizar una kata. Katsu, el uso real de las katas en luchas reales."
Esta introducción impresionó tanto a Sakugawa que no solo se inició en el entrenamiento en cuerpo y alma, sino que lo continuó durante el resto de su vida.
Mientras los años pasaban rápidamente, Sakugawa, se desarrolló como uno de los mejores alumnos bajo la disciplina de Takahara. El sistema de lucha que aprendió se llamaba To-De, el cual era una derivación del Kempo chino. Sin embargo, le faltaba mucho por aprender.

El entrenamiento correcto y la ética aprendida durante tantos años fueron puestas a prueba aquel día cuando el joven Sakugawa decidiera visitar el alegre barrio de Nakashima-Yukaku. Tenía por entonces la fuerza y la poca prudencia de los 23 años. Este arrabal era famoso por tener calles muy licenciosas, en las que la "alegría" corría por las calles sin mucho control policial. Era el sitio ideal para ir a divertirse de una manera desenfadada. El beber alcohol y las bromas de unos a otros eran actividades normales.
La segunda lección, trascendental para su vida, la tuvo aquí y pudo comprobar con gran vergüenza cómo, a pesar de su exquisita educación, se colocó en la misma baja categoría como la que demostraron los que atacaron a su padre.
El encuentro con Kusanku
Mientras cruzaba un puente cerca de la ensenada de Izumizaki, vio a un elegante chino, vestido con ropas de seda, que miraba sobre la barandilla del puente. Parecía ensimismado en la observación del reflejo de la luna sobre las aguas del río. Un repentino impulso se apoderó de Sakugawa. En el ambiente social existía una animadversión hacía los extranjeros, especialmente los chinos, pues éstos eran cultos y muy refinados en la formas sociales . Se vestían con largas túnicas de seda que les daban una apariencia frágil y elegante.
"¡Por fin tenía la posibilidad de burlarse de un chino invasor!", pensó nuestro "héroe". Ese era el momento perfecto.
"Voy a empujar al "dandy" al río y me reiré de él," Sin pensarlo dos veces; se acercó lentamente por detrás y, repentinamente, le dio un fuerte empujón. El chino gritó con poderosa voz en marcado acento Okinawense:
"¡Peligro!", al mismo tiempo que agarraba la muñeca de Sakugawa con la fuerza de una tenaza de hierro.
"¿Por qué haces esto?", le preguntó el extranjero. "¿No te das cuenta de que una broma como esta podía haberte hecho mucho daño? ¿ Qué hubiera pasado si yo fuera débil y no hubiera podido parar tu acción? Tú eres muy fuerte y no deberías jugar así. La gente de Okinawa ha sido muy buena conmigo y voy a dejar pasar esto, pero contrólate en el futuro, ¿ qué pensaría tu padre de ti si se enterara de lo que has hecho?"
Sakugawa se sintió tan avergonzado que no podía articular palabra. Al poco rato, se acercó un joven local y muy cortésmente ofreció con una reverencia, un vasito de sake al elegante chino extranjero. Mientras éste bebía, el muchacho se volvió hacía Sakugawa y preguntó:
"¿ No eres tú Sakugawa? No estaba seguro de reconocerte. Tu fama de artista marcial es muy famosa. ¿Qué haces aquí?".
En esos momentos Sakugawa hubiera preferido estar bajo tierra.
"¿Conoces a este joven?", preguntó con curiosidad el caballero chino, mientras apuntaba con un dedo a Sakugawa.
"Sí", contestó el joven, "Es un conocido karateka local con muchas posibilidades".
El distinguido chino miró a Sakugawa muy de cerca, como lo haría un miope. "Si alguna vez vienes a Kume-Kura, pregunta por Kusanku y yo te enseñaré no solo el cómo sino también el porqué de las Artes Marciales". Después, refiriéndose al muchacho que le había traído el sake dijo: "Este es Kitani-Yara, un estudiante que me está ayudando durante mi estancia en este país".
Sin más conversación , acabaron los tres cruzando cordialmente el puente como si nada hubiera pasado. El joven estudiante en continua actitud servicial, Sakugawa anonadado por lo sucedido y el maestro Kusanku andando muy ufano con las manos entrelazadas por detrás de su cuerpo, decía:
"¡Que día más bonito!, ¡ que agua más bonita!, ¡ que puente más bonito! , ¡que cielo más bonito!"
En ese momento, Sakugawa se percató de que se encontraba delante de alguien muy especial. No solo tenía un guía entregado para resolverle cualquier deseo, sino que vivía en Kume-Kura, que era una población cercana a Naha, donde se afincaban las familias chinas provenientes del importante puerto de Fukien en China. Estas familias eran cuidadosamente elegidas por el Emperador de la China para facilitar las relaciones entre Okinawa y su corte imperial. ¡Por lo tanto se encontraba delante de un embajador!
Sobrepasado por la emoción y por este golpe de suerte, Sakugawa no podía esperar para contarle a su maestro lo que había sucedido. Cuando así lo hizo, Takahara se puso muy feliz y dijo, "Ve con Kusanku y aprende de él todo lo que puedas. Es el artista marcial más reconocido que jamás haya venido de China. La fortuna te ha sonreído. Cuando Kusanku regrese a China, nos enseñaras todo lo que has aprendido de él, esto es muy bueno para Okinawa. ¡Ahora, corre!"
Obedeció su consejo y permaneció con Kusanku durante seis años. Años dedicados al entrenamiento físico riguroso y al estudio de la antigua sabiduría china.
Allí descubrió que Buda enseñó que todo sufrimiento viene de la ambición. Que el respeto a los ancianos es fundamental, según otro filósofo chino llamado Confucio, para que el ser humano se desarrolle con fuertes lazos familiares, base de toda cultura sana y fuerte. Y que la Naturaleza es la madre que da todo el soporte que el hombre necesita para vivir, así lo enseñaba un sabio errante llamado Lao-Tse. Años intensos en los que descubrió que las Artes Marciales iban mucho más lejos que la mera realización de ejercicios físicos por muy complejos que éstos fueran.
Las Artes Marciales y el estudio de sus secretos filosóficos tenían tanta fuerza que podían por si solos alimentar la llama de la ilusión perdida. Habitar en una isla llena de prejuicios y de supresión como el que se producía por entonces las Islas de Okinawa, era muy difícil de soportar. Éstos nuevos conceptos, calaron muy profundamente en el espíritu de Sakugawa y así los transmitió posteriormente a sus alumnos.
A la edad de 29 años recibió un aviso urgente, Takanaka, su antiguo sensei, reclamaba su presencia desde Shuri. Volvió rápidamente, encontrándolo gravemente enfermo.
El anciano monje le dijo:
" La razón por la que te he hecho venir es porque quiero saber si vas a continuar por la vía correcta de las enseñanzas del Karate. Tú puedes enseñar muchos buenos secretos de la ética de las Artes Marciales y yo no he tenido ni la calidad ni el tiempo suficiente para lograrlo. Si tú me dices que continuarás la obra, entonces moriré sabiendo que mi sueño se hará realidad. La razón de mi existencia no quedará sin continuación".
Tomando un momento para recuperarse del esfuerzo de hablar sobre tema tan trancendental, y siendo consciente de que le quedaban muy pocas respiraciones, asió la mano de Sakugawa y le dijo solemnemente:
"Quiero que a partir de ahora te llames Karate Sakugawa, y consigas que los habitantes de Okinawa se sientan orgullosos de ti".
Dos días más tarde moría Takanaka.
Cuando unos años más tarde el maestro Kusanku regresó a China, Sakugawa continuó con la dirección de la escuela de su primer profesor.
Desde entonces, se ha reconocido al maestro Sakugawa como el primer profesor y maestro del estilo de las artes marciales okinawenses. Posteriormente, en el siglo XX, acabaron por bifurcarse produciéndose la aparición de las dos ramas comúnmente aceptadas como el verdadero karate okinawense y su hijo, el karate japonés.

Fuente:http://elkimarcial.blogspot.com/2009/04/grandes-maestros-de-okinawa-karate.html