Flexibilidad
y estados afectivos y emocionales.
El grado de dependencia de la flexibilidad
con respecto a este factor es realmente notable. A pesar de mantenerse estables
las condiciones externas más relevantes, tales como la hora del día,
temperatura y calentamiento, la amplitud de movimiento pueden variar en gran
magnitud de un día para otro en función del carácter del impacto emocional de
sus interacciones con el entorno. En este sentido, toda relación con el medio externo, familia, compañeros, pareja,
etc. genera como respuesta determinados estados emocionales que al mismo tiempo
conllevan implícitos ciertos patrones tónicos específicos, localizables no
solamente en la musculatura estriada, sino también en la lisa. El tono muscular
es el síntoma por excelencia del estado emocional de una persona. Podemos
intentar mentir y hacerlo con maestría a través de palabras y gestos, pero el
tono muscular no miente, siempre revela lo que es el sujeto como consecuencia
de todo un pasado emocional específico e insustituible. Por estrechas
conexiones aferentes del lóbulo frontal, el límbico y estructuras domiciliadas
en la profundidad del tronco encefálico, más
particularmente en los núcleos reticulares de la base, cada estado
emocional puede provocar variaciones en la frecuencia de emisión de impulsos
eferentes del sistema motor gamma hacia la musculatura estriada. Dicho en otros
términos, ciertos puentes estructurales permiten sostener el vínculo entre
razón, emoción y tono muscular, dando cuenta no sólo de cómo y por qué las
emociones modulan el tono muscular, sino también como la concienciación y
racionalización delos mismos pueden repercutir en la forma muscular humana.
La palabra “emoción” parece pertenecer a
ese extraño grupo de conceptos caracterizados por el hecho de que todos
aceptamos saber de qué se tratan hasta el momento en que se nos solicitan una
definición de los mismos. Ni que decir de la cantidad de conductas a las que se
les suela adherir la etiqueta de emoción. No obstante, so son pocos los autores
que aciertan a evocar seis emociones primarias o universales: alegría,
tristeza, miedo, ira, sorpresa y repugnancia. Distinguen por otro lado, un
conjunto de emociones secundarias o sociales: vergüenza, celos, culpa y
orgullo, así como también un grupo de emociones llamadas “de fondo”, entre las
que se incluyen el bienestar o malestar, la calma y la tensión. Algunos incluso
adhieren al rotulo de emoción a pulsiones, motivaciones, dolor y placer.
Pero más allá del acuerdo o desacuerdo en
la clasificación delas emociones o en la precisión de su definición, ellas
tienen un propósito biológico claro, constituyendo un sistema bastante
sofisticado para la conservación y regulación de la vida. Son complejas
colecciones de respuestas químicas y neurales que configuran un patrón
regulador destinado a mantener la homeostasis y evitar la muerte. Son procesos
biológicamente determinados, que suceden automáticamente, muy a pesar de que el
aprendizaje y la cultura pueden alterar su expresión, otorgándoles nuevos
significados. Cuando se desencadenan repercuten inexorablemente, sobre la
operatividad de otros circuitos cerebrales, generando cambios, no solo en la
estructura muscular y la función neurohormonal, sino también en ciertas
funciones mentales.
Dos tipos de circunstancias activan el proceso
emocional: el primero ocurre cuando nuestros dispositivos sensoriales captan un
objeto determinado y el segundo cuando evocamos ciertos elementos y situaciones
configurando un patrón especifico de representación
en el acto de pensamiento. También el
razonamiento humano concluye en enunciados que finalmente se convierten en
dispositivos con la suficiente fuerza como para desencadenar emociones de alto
impacto heterostático. De hecho, los distintos estímulos, ya sean internos o
externos, suelen inducir cierta clase de emociones con preferencia en la especie humana.
Comprender un poco más del mecanismo biológico
de la emoción seguramente facilitara la intelección del vínculo entre estas y
el tono muscular y por consiguiente, su relación con la mayor o menor
dificultad para entrenar la flexibilidad. Antonio Damasio (2000) resume con precisión los principales hallazgos
y nosotros nos permitimos exponerlos brevemente:
Primero.
El
cerebro induce emociones a partir de un número notablemente reducidos de sitios,
la mayoría se sitúa debajo de la corteza cerebral y se denominan subcorticales.
Los sitios subcorticales más importantes se hallan en la región del tronco del encéfalo,
hipotálamo y cerebro anterior basal. Un ejemplo es la región conocida como gris
periacueductal (GPA) que es un gran coordinador de las respuestas emocionales.
El GPA actúa a través de los núcleos motores de la formación reticular y a través
de los núcleos de nervios craneales, como, por ejemplo, los núcleos del nervio vago. Otro núcleo subcortical
importante es la amígdala. Los sitios inductores localizados en la corteza cerebral, o sitios
corticales, incluyen los sectores anteriores de la región del cíngulo y de la región
ventromedial prefrontal.
Segundo. Estos sitios procesan
diferentes emociones en grados variables. Mediante imaginería PET hemos
mostrado que la inducción y experiencia de tristeza, ira, miedo y dicha activan
varios de los sitios citados, pero que el patrón de cada emoción es particular.
Por ejemplo, la tristeza siempre activa la corteza ventromedial frontal, el hipotálamo
y el tronco del encéfalo, en tanto que la ira o el miedo no activan la corteza prefrontal
ni el hipotálamo. Si bien las tres emociones excitan el tronco del encéfalo, la
activación hipotalámica y ventromedial prefrontal parece especifica de la
tristeza.
Tercero. Algunos de estos
sitios también colaboran en el reconocimiento de estímulos que traducen ciertas
emociones. Por ejemplo, la amígdala, situada en las profundidades de cada lóbulo
temporal, es indispensable para detectar el miedo en las expresiones faciales,
para acondicionarse al miedo e incluso para expresarlo.
La amígdala tiene poco interés en
reconocer o aprender sobre la repugnancia o la alegría.
Como vemos lejos de haber un único comando
central para procesar distintas emociones, disponemos de varios sistemas
discretos relacionados con patrones emocionales separados. Su activación genera
respuestas visibles, como las de la cara, piel, postura y gestos, pero también otras
que no lo son tanto, como el caso de los perfiles químicos del medio interno, modificándose
la secreción de hormonas y neurotransmisores. El resultado final es la alteración
de varios circuitos neurales, entre los que se incluyen aquellos responsables
dela postura y el tono muscular. Ya sea por la ruta sanguínea o por la neural, las emociones terminan por
generar un cambio global en el estado del organismo. No es extraño que la ira y
el miedo tiendan a incrementar el tono muscular y la tristeza, a reducirlo.
Las dos primeras son las que mayormente
complican el entrenamiento de la flexibilidad, la respuesta casi obligada ante
una agresión, tanto interior como exterior, es el incremento inmediato y más o
menos persistente del tono muscular. Miedo y cólera se acompañan de hipertonías
localizables en casi todo el sistema muscular. Quizás puedan verificarse
mayores aumentos del tono en ciertos grupos musculares que en otros, puesto que
no existe una “cartografía” muy precisa en cuanto a la localización de hipertonías
se refiere. No obstante parece haber un lugar de referencia, vulnerable por definición y no es otro que la cara
posterior del cuerpo. Las regiones cervical, lumbar y de los músculos
isquiotibiales parecen ser los receptáculos finales de nuestras emociones mas
negativas.
El sistema muscular del ser humano, más allá
de su función estrictamente locomotora, es como una inmensa biblioteca o
videoteca que guarda el registro de toda nuestra historia afectiva y emocional.
Frustraciones, represiones, conflictos no resueltos, agresiones fracasos,
miedos y cóleras han dejado todos su particular huella sobre el sistema
muscular, la mayoría de las veces a la manera de hipertonía en algún que otro
musculo en l acara anterior del cuerpo. Los subsistemas cerebrales están estrechamente
conectados con los musculares que no sorprende que, muchas veces, un simple
estiramiento masaje o digitopresión desencadenen finalmente el resurgimiento de
un particular conflicto llevando al sujeto a una suerte de catarsis, que en
tanto y en cuanto convenientemente canalizada, puede realizar aliviante y
positiva.
Para terminar, simplemente recordemos el
hecho de que la flexibilidad varié de un día a otro en función de las experiencias
vividas y sus estados emotivos correlativos es un fenómeno enteramente natural,
y en este sentido, tanto el profesor como el alumno deben respetarlo. De no
hacerlo, el empleo de ejercicios y técnicas de gran intensidad puede
convertirse en un factor opresivo adicional que provoque un incremento aun
mayor del tono muscular y conforme no cese la insistencia, las lesiones pueden sobrevenir
con mayor índice de probabilidad.