Las Artes Marciales y el encuentro entre oriente
y occidente
Contrariamente a los que algunos autores afirman,
el estudiante de artes marciales no desarrolla espontáneamente y paralelamente
una filosofía peculiar de la existencia.
En las sociedades tradicionales, sin embargo, este encuentro entre la práctica
y una filosofía vinculada a la misma tenía lugar en forma natural. La compartimentación
social la eclosión de una sociedad especializada ha permitido la diferenciación.
Asimismo la importación hacia occidente de las disciplinas guerreras orientales
ha dado lugar a transformaciones en las mismas, como su integración a los ámbitos
puramente deportivos, su aplicación como sistemas de defensa para las fuerzas
del orden público y grupos militares de elite, etc.
Sin embargo determinados valores morales
si han traspasado la prueba de la aculturación de dichos sistemas guerreros y algunas de las
virtudes tradicionalmente atribuidas a
la práctica de esas disciplinas, han sido capaces de permanecer ocultas dentro de las estructuras rituales
que acompañan la práctica de las artes marciales. Si bien estas actitudes a
desarrollar mediante el aprendizaje son pocas y más formulas morales que
actitudes puramente espirituales o filosóficas, han colaborado benéficamente en
la buena imagen social de la práctica de artes marciales. De entre estas
virtudes debemos destacar, el respeto y la jerarquía y la práctica que se
transmite a través de las formas, como el saludo, la constatación de los
limites personales a través del esfuerzo, del contraste en el entrenamiento, en
los combates entre compañeros y determinadas formas y actitudes sociales
relacionadas con la higiene personal y las buenas maneras, que tanto los
maestros como el grupo se encargan de marcar dentro del mismo.
No queremos plantear una actitud añorante de los “mejores tiempos
pasados” o justificar actitudes puritanos
del todo anacrónicas. Hoy podemos afirmarlo sin duda, un gran valor
cultural y unas filosofías con un contenido verdaderamente útil para el
desarrollo del practicante, en el conjunto de tradiciones orales y
escritas del mundo de las artes
marciales de oriente. Debemos afrontarlas, sin embargo, debemos enfrentarlas
desde una perspectiva plenamente nuestra, claramente occidental y esto
esencialmente significa, plantearlas desde la perspectiva del individuo, el más
alto concepto de occidente ha desarrollado y trabajar en esa dirección que ya
marcaron nuestros ancestros griegos con aquella inscripción que coronaba la entrada del pórtico del oráculo
de Delfos -”Gnoscete ipsum”- (conócete a ti mismo).
No debemos pues temer a las
transformaciones dentro del ámbito de las escuelas o estilos y afrontar con valentía
el hecho de todo es susceptible de empeorar, pero también lo es de mejorar. La aplicación
de la razón, otra de las características, junto a la tecnología, propia de
nuestra cultura actual, deben enriquecer en lugar de mermar, el legado recibido
de oriente. Para mantenerse vivas las artes marciales, deben cambiar
necesariamente, si bien este cambio no debe, desde mi perspectiva, significar
olvido, sino un desarrollo, un enriquecimiento y un espacio para el encuentro
entre oriente y occidente, entre pasado y futuro.
Fuente: Libro El ultimo horizonte del Budo